2014/03/04

Laterra, P., Jobbagy, G., & Paruelo J.M. (2010).

Laterra, P., Jobbagy, G., & Paruelo J.M. (2010). Valoración de servicios ecosistémicos. Argentina: Instituto Nacional de Agropecuaria.

Para algunos la valoración de la naturaleza a través de su capacidad para producir bienes y servicios ecosistémicos es una artimaña hábil introducida por los ecólogos para llamar la atención de los economistas ortodoxos. Estos últimos, en sus cuentas, sólo computan los activos naturales que tienen un valor tangible de mercado, pero ignoran a los intangibles. La Economía Ecológica se ocupa de recordarles que un activo ambiental perdido es un costo cierto que sufre la sociedad, aunque no se lo reconozca como tal porque el humano no logra percibirlo con facilidad. La consecuencia inevitable es que los intangibles ambientales, al ser propiedad de todos y no ser de nadie, están expuestos a una expoliación irreversible. Este sentido de la propiedad individual no necesariamente se extrapola en forma lineal a comunidades tradicionales en las cuales el concepto de propiedad tiene una connotación comunitaria, lo cual constituye claramente una falla del mercado en su visión ortodoxa, ya que no les reconoce valor. La economía ortodoxa responde entonces a la ecológica con una demanda concreta: denme un método para valorarlos y yo lo incorporo en mis cuentas.
La notoria debilidad de los métodos y técnicas de la Economía Ecológica limitan avances concretos. Lo cierto es que nadie sabe hoy, a ciencia cierta, cómo termina el cuento de la buena pipa. Lo positivo de esto es que el diálogo entre las dos disciplinas se ha iniciado y la cooperación potenciado. Esta aproximación también favorece a los economistas para discutir los enfoques de la economía ortodoxa con los ecólogos.
La noción de bien y servicio ecosistémico es un paso concreto que, al menos, nos permite entender mejor (y hacer entender) de qué manera los activos naturales afectan la calidad de la vida en nuestro planeta. Debido a demandas puramente prácticas (diseño de políticas, toma de decisiones, pago por activos ecológicos), en los últimos años se han multiplicado los esfuerzos dirigidos a estimar el valor de los bienes y servicios naturales, los cuales procuran ofrecer una medida de la capacidad de los ecosistemas para satisfacer necesidades esenciales de la vida. 

La visión económica neoclásica acredita algunos progresos iniciales, pero significativos, en la valuación de los bienes y servicios ecosistémicos. Sin embargo, esta visión está aferrada a una concepción antropocéntrica de la naturaleza: un bien natural vale en la medida que sirva al hombre. Es un valor de uso o un bien de cambio. Otras visiones menos utilitaristas sostienen que aunque no sirva al hombre, el activo natural igualmente vale. Esto significa en la práctica reconocer un valor de no uso, visión que aún predomina en algunas comunidades tradicionales y pueblos originarios. Pues para muchas comunidades el valor asignado puede ser espiritual, cultural e incluso sentimental, pues llegan amar tanto su tierra que difícilmente la intercambiarían o se deprenderían de ella. En general esta revisión resulta muy útil para nuestra investigación ya que nos habla de las diferencias entre las dos ramas importantes la economía y la ecología y sus diferentes posturas y como la economía ecológica trata de subsanar dichas discrepancias.

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