2014/03/09

Gómez & Schwentesius (2004)

Gómez, M. A. & Schwentesius, R. (2004). En Schwentesius, R., et al., (Ed.), ¿El campo, aguanta más?, (51-69). CIESTAAM.

Investigaciones realizadas desde 1991 ya habían hecho mención de que México tenía muy poco que ganar, y bastante que perder en el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, por lo cual recomendaban no negociar, sobre todo posiciones que se tradujeran en una acentuada dependencia alimentaria, económica, tecnológica y política con estos países. Incluso en el 2002, el Banco Mundial concluyó que con esta inclusión el sector agrícola fue objeto de las más drásticas reformas estructurales, como: la liberalización comercial impulsada por el GATT y el TLCAN, la eliminación de controles de precios y la reforma estructural sobre la reforma de la tierra; por lo que era necesario replantearlo, ya que a partir del 2008, el TLCAN ponía al sector agrícola en competencia abierta con Canadá y Estados Unidos, lo que podría ponerlo en una situación con más desventaja.

Para elaborar este análisis, fue necesario un recorrido histórico del TLCAN, mediante una perspectiva cualitativa, donde analizaron datos obtenidos de fuentes oficiales como la Cámara de Diputados, el Banco Mundial, OECD, CNA, INEGI; Secretaría del Trabajo y Previsión Social y graficas de instancias oficiales obtenidas en Internet. Se nota levemente un enfoque teórico stakeholder, ya que fueron otras partes interesadas quienes modificaron esta relación producción-comercialización. Como siempre, el sector agrícola perdió más en este tratado.

La importancia de este artículo, resalta en el señalamiento de que en México existen dos posiciones  completamente opuestas sobre la importancia del sector agrícola en la economía, y el impacto del TLCAN. El primero mide la importancia en términos monetarios y su aportación al PIB a través de cifras. La segunda posición reconoce la existencia de varios campos, considerando el efecto del sector agrícola como la base de la soberanía alimentaria, y su efecto generador de empleos y divisas. Sin embargo en el contexto de la política económica real en México, predomina la primera posición, que minimiza y reprime las demás corrientes organizadas en torno a la segunda.

A pesar de que se suponía que el TLCAN generaría más inversión extranjera para el campo, empleo, y aumentaría la remuneración de los trabajadores, la pobreza se incrementó en un 69%. Mientras que los precios de la canasta básica se incrementaron un 257%, mientras que los precios a los  productos agropecuarios solo se incrementaron un 185%. El TLCAN transformó de manera profunda el campo mexicano, poniendo en duda el presente y futuro de miles de productores que claman una suspensión o renegociación del TLCAN; aunque lamentablemente el Ejecutivo Federal, y algunas dependencias gubernamentales como: la Secretaría de Economía, la Secretaría de Agricultura, y la de Relaciones Exteriores, no han escuchado ni atendido estos reclamos.

El perfil de la propuesta del artículo es más de corte crítico, y más que soluciones, propone una débil tentativa de propuesta basada en la táctica de “atacar fuego con fuego”. Usa indicadores estadísticos para fundamentar sus datos, aunque no se ve que el artículo haya sido arbitrado. Su enfoque se inclina hacia la crítica del proceso de desigualdad que aun existe en este tratado que se supone tripartita, en  el cual, ante la falta asesoramiento de las instancias de gobierno, México es el que termina perdiendo.


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