Comparto las etiquetas que mis compañeros han
colocado a Bertrand Russell, en las diferentes publicaciones de este blog,
considero que todas son apropiadas, aunque no suficientes para referirse a un
hombre gigante entre enanos mentales y espirituales[1], como afirma Michael Scott
en su escrito de Desobediencia Civil y Moral.
Indudablemente, hablamos de una de las mentes
más brillantes del siglo XX. Cuyos logros en distintas disciplinas, perduran
hasta nuestros días.
Considero
que hablar de los logros de Bertrand Russell, así como de sus virtudes y
valores, puede resultar un tanto extenso y difícil de profundizar; por lo que, tomando en
cuenta que para algunos (o mejor digo muchos), es un “ejemplo a seguir”; aprovecharé
este espacio para analizar uno de sus escritos, desde un punto de vista muy
personal, sin pretender imponer a nadie (ni más faltaba) mi forma de pensar.
Bertrand Russell (1945), realiza reflexiones
en torno al cristianismo y al sexo. En su libro “Por qué no soy cristiano”[2], comienza hablando que el
cristianismo, se opone al control de la natalidad, según él, solo para que las
mujeres no puedan disfrutar del placer en el matrimonio. Para que su argumento
sea válido, necesariamente la premisa tendría que ser verdadera, y la forma de
demostrarla es comprobándola; puesto que tal información no acompaña a la
premisa, su argumento es invalido. Si agregamos además, que se trata de un
argumento inductivo, necesita varias premisas para realizar tal inferencia (esta
demás repetir que no hay más premisas que apoyen dicho argumento).
En el segundo párrafo del citado escrito,
menciona “el concepto del pecado unido a
la ética cristiana causa un enorme daño, ya que da a la gente una salida a su
sadismo que considera legítima e incluso noble. En la actualidad, existen en el mundo muchos
miles de niños que padecen sífilis congénita y que no deberían haber nacido, de
no haber sido por el deseo de los cristianos de ver castigados a los pecadores.”[3] La pregunta es ¿Cuáles son
las premisas que apoyan el argumento de que los cristianos experimentan cierto
deleite en el sufrimiento de los niños con tal padecimiento? Si se
realizará una investigación (quizás ya
se realizó) sobre este tema, seguramente encontraríamos casos de sadismo en el
cristianismo, como también los encontraríamos en el budismo, judaísmo,
comunismo, ateísmos y demás religiones
que existen en el mundo (de modo que donde quiera se cosen habas). Cada quien
podrá emitir su propio juicio (apoyado en la lógica desde luego).
Posteriormente, continuando con el escrito
referido, cita un ejemplo hipotético, comenzando con el famoso “supongamos que
a los jóvenes se les dice que el interés por los trenes es malo”. Esto con la
finalidad de ejemplificar que por sentido común ocurre lo mismo con el sexo.
Como vimos en el mito del trueque del libro de La deuda de David Graeber, esos “supongamos”
que no están basados ni en la historia, ni en hechos reales, solo trastocan la
realidad de las cosas.
[1] Rev. Guthrie Michael Scott: Fr.
Scott. Desobediencia civil y moral. Recuperado el 06 de
febrero de 2014, de http://www.filosofos.net/russell/sobre/scott.htm#scotb
[2] Bertrand Russell (1945). Reflexiones en torno al cristianismo y el sexo. Why I am
not a Christian (Watts & Co., Londres). [traducción castellana de Josefina
Martínez Alinari: Por qué no soy cristiano, Hermes, México, 1959], 20-21. Recuperado el 05 de febrero de 2014, dehttp://www.laicismo.org/data/docs/archivo_365.pdf
[3] Idem
Me parece muy interesante sobre la cuestión del sexo, la verdad pienso que estamos en un mundo de supongamos...
ResponderBorrarDifiero un poco de tu idea sobre "supongamos que a los jóvenes se les dice que el interés por los trenes es malo". Existen muchas pruebas que afirman que la prohibición genera interés. No todos los "supongamos" están mal.
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