2014/02/09

Nadando contracorriente con Bertrand Russell

Comparto las etiquetas que mis compañeros han colocado a Bertrand Russell, en las diferentes publicaciones de este blog, considero que todas son apropiadas, aunque no suficientes para referirse a un hombre gigante entre enanos mentales y espirituales[1], como afirma Michael Scott en su escrito de Desobediencia Civil y Moral.

Indudablemente, hablamos de una de las mentes más brillantes del siglo XX. Cuyos logros en distintas disciplinas, perduran hasta nuestros días.
Considero que hablar de los logros de Bertrand Russell, así como de sus virtudes y valores, puede resultar un tanto extenso y  difícil de profundizar; por lo que, tomando en cuenta que para algunos (o mejor digo muchos), es un “ejemplo a seguir”; aprovecharé este espacio para analizar uno de sus escritos, desde un punto de vista muy personal, sin pretender imponer a nadie (ni más faltaba)  mi forma de pensar.

Bertrand Russell (1945), realiza reflexiones en torno al cristianismo y al sexo. En su libro “Por qué no soy cristiano”[2], comienza hablando que el cristianismo, se opone al control de la natalidad, según él, solo para que las mujeres no puedan disfrutar del placer en el matrimonio. Para que su argumento sea válido, necesariamente la premisa tendría que ser verdadera, y la forma de demostrarla es comprobándola; puesto que tal información no acompaña a la premisa, su argumento es invalido. Si agregamos además, que se trata de un argumento inductivo, necesita varias premisas para realizar tal inferencia (esta demás repetir que no hay más premisas que apoyen dicho argumento).

En el segundo párrafo del citado escrito, menciona  “el concepto del pecado unido a la ética cristiana causa un enorme daño, ya que da a la gente una salida a su sadismo que considera legítima e incluso noble. En  la actualidad, existen en el mundo muchos miles de niños que padecen sífilis congénita y que no deberían haber nacido, de no haber sido por el deseo de los cristianos de ver castigados a los pecadores.”[3] La pregunta es ¿Cuáles son las premisas que apoyan el argumento de que los cristianos experimentan cierto deleite en el sufrimiento de los niños con tal padecimiento? Si se realizará  una investigación (quizás ya se realizó) sobre este tema, seguramente encontraríamos casos de sadismo en el cristianismo, como también los encontraríamos en el budismo, judaísmo, comunismo, ateísmos  y demás religiones que existen en el mundo (de modo que donde quiera se cosen habas). Cada quien podrá emitir su propio juicio (apoyado en la lógica desde luego).

Posteriormente, continuando con el escrito referido, cita un ejemplo hipotético, comenzando con el famoso “supongamos que a los jóvenes se les dice que el interés por los trenes es malo”. Esto con la finalidad de ejemplificar que por sentido común ocurre lo mismo con el sexo. Como vimos en el mito del trueque del libro de La deuda de David Graeber, esos “supongamos” que no están basados ni en la historia, ni en hechos reales, solo trastocan la realidad de las cosas.

Vemos pues, que las reflexiones realizadas por Bertrand Russell en torno al cristianismo y al sexo  carecen de argumentos válidos, y desde luego, verdaderos (ese es mi humilde punto de vista). Esto se puede atribuir a la costumbre que tenía de publicar lo que escribía en borrador, lo cual le ahorraba mucho tiempo; sin embargo, tomando una de sus sabias frases “Si algo es verdad, es verdad y si no lo es, no lo es, si es verdad debes creerlo y si no, no debes creerlo; y bueno, si no sabes si es verdad o no, deberías posponer tu opinión”. Muy sabía desde luego. En la práctica ¿Cuántos lo hacemos?...




[1] Rev. Guthrie Michael Scott: Fr. Scott. Desobediencia civil y moral. Recuperado el 06 de febrero de 2014, de http://www.filosofos.net/russell/sobre/scott.htm#scotb
[2] Bertrand Russell (1945). Reflexiones en torno al cristianismo y el sexo. Why I am not a Christian (Watts & Co., Londres). [traducción castellana de Josefina Martínez Alinari: Por qué no soy cristiano, Hermes, México, 1959], 20-21.  Recuperado el 05 de febrero de 2014, dehttp://www.laicismo.org/data/docs/archivo_365.pdf
[3] Idem

1 comentario:

  1. Difiero un poco de tu idea sobre "supongamos que a los jóvenes se les dice que el interés por los trenes es malo". Existen muchas pruebas que afirman que la prohibición genera interés. No todos los "supongamos" están mal.

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